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Bestias del Ser

Maddy Butcher  /  Feb 19, 2019  /  4 Min Read  /  Community

Maddy Butcher ponies two horses and rides another in southwestern Colorado. Photo: Beau Gaughran

Hace algo así como 5.500 años en Kazajistán, hubo un momento de iluminación en que el hombre miró al equus caballus y pensó, “Hey, yo puedo montar esa cosa”.

Desde entonces, hemos librado guerras y construido mundos montados a caballo.

Adelantamos ha inicios del siglo XX. Los norteamericanos tienen 20 millones de caballos. Cada familia, en promedio, tiene más de uno. La gente inicia y termina sus días montando un caballo o en un vehículo tirado por caballos. Por buena parte de su período de crecimiento inicial, este país pudo construirse categóricamente mejor gracias a los caballos.

Casi todos los pueblos en Estados Unidos tienen vestigios de esas vidas a caballo. Pero las carretas, los postes de enganche y los caminos del correo se han convertido en observaciones poco especiales en las guías de viajes. Aunque son elogiadas como íconos americanos y preservados como memes y marcas, los caballos han perdido su relevancia en las funciones cotidianas. Son reemplazables (es cosa de preguntar a la Coalición de Caballos No Deseados, en Washington D.C., que estima que 170.000 caballos se convierten en “indeseados” cada año).

Los caballos están desapareciendo del mundo como bestias de carga. Aún están aquí, por supuesto. Pero cada vez menos tienen trabajo. Si siguieras un curso lógico, pondrías a los caballos en museos y zoológicos.

Los caballos ya están ahí. El Museo Americano de Historia Natural produjo una exhibición llamada El Caballo hace una década. En el Zoológico Hogle en Salt Lake City, los caballos están en exhibición. OK, son mustangs. Pero sabemos que los mustangs son caballos domésticos librados de sus trabajos hace ya bastante tiempo.

Hay cerca de cuatro millones de caballos en los Estados Unidos actualmente. En el último siglo, hemos hecho avances gigantescos. Llegamos más rápido a donde queremos ir. Hacemos más rápido lo que queremos hacer. Sin embrago, no somos necesariamente más saludables o felices. Las investigaciones muestran que lo que hemos estado perdiendo es valioso, incluso esencial para nuestro bienestar.

Tiempo al aire libre. Tiempo con los animales. Son factores clave en la construcción de una vida que nos haga vibrar.

Las investigaciones muestran que los caballos pueden ser los animales “para sentirse bien” más efectivos. De hecho, el número de centros terapéuticos relacionados con caballos crece sostenidamente. Esta comunidad floreciente está ayudando exitosamente a dar un nuevo propósito a los caballos, de bestias de carga a Bestias del Ser. 

Lo que los dueños de caballos conocemos como tiempo a caballo se está re-marketeando como equino terapia, aprendizaje asistido por equinos, terapia facilitada por equinos, ect. Todas estas empresas han descubierto lo que nosotros siempre hemos sabido, pero quizás dábamos por sentado: Estar cerca de los caballos te hace sentir bien.

Hay dos razones de por qué esto es así:

Imagina que estás de pie junto a un caballo, con un brazo cubriendo su lomo. Escucha su respiración. Pon tu cara contra su crin y huele ese agradable aroma a almizcle. Siente el calor que irradian los cientos de kilos de su cuerpo. Pon tu oído cerca de su vientre y escucha el burbujeo incesante. Mira sus ojos y orejas. Esas orejas giran independientemente; una puede estar puesta en ti, mientras la otra puede estar apuntando al viento. Esos ojos son los más grandes en el mundo de los mamíferos y el campo visual de los caballos es sumamente amplio, cerca de 300 grados.

Si te lo permites, es fácil sumergirte en la presencia del caballo. Y ese es el punto. La inmersión es terapéutica.

Maddy works with her friend’s filly on public land near her home. Photo: Beau Gaughran

Maddy trabaja con la potranca de su amigo en un terreno público cerca de su casa. Foto: Beau Gaughran

La segunda explicación es que relacionarse con caballos por tiempo prolongado se convierte en una sociedad beneficiosa. Con los caballos, aprendemos sobre respeto, confianza, estabilidad y límites. Es más bien un trato bidireccional y, por lo tanto, es más valioso. Es una relación más difícil de obtener y mantener que la que existe con un perro o un gato.

Las cualidades del tiempo a caballo también lo hacen más efectivo que trabajar el jardín, escuchar música o muchas otras actividades que se comercializan como dirigidas al bienestar.

La realización y el crecimiento de los caballos como terapeutas efectivos no es muy diferente a ese momento, eones atrás, cuando los Kazajos consideraron la domesticación de caballos por primera vez.

Ahora, en el Siglo XXI, los caballos están siendo promovidos. Están en la transición de ganado a interlocutores. Nosotros, los y las jinetes, menospreciamos ampliamente los beneficios sicológicos de nuestros socios equinos. ¿Quién tiene tiempo para charlar sobre estas cosas delicadas cuando hay senderos que cabalgar, vacas que arrear, heno que transportar? Nosotros, los que nos empapamos de esta vida, con espaldas adoloridas, ropas malolientes, sin vacaciones y billeteras escuálidas, somos los primeros en poner los ojos en blanco al escuchar acerca de otro “encuentro transformador e increíble” en uno de esos grupos de terapia.

Si has vivido en los Himalayas, ¿exclamarías de admiración por las montañas todos los días?

Pero, tal como los rancheros y los ciclistas de montaña están enganchando sus camionetas para favorecer los esfuerzos de conservación, los dueños de caballos necesitamos asociarnos con esta nueva y creciente generación. Déjenlos re-etiquetar el tiempo a caballo como “terapia”. Yo digo que está bien.

Los caballos necesitan estos nuevos trabajos. Si ya están terminando en zoológicos y museos y si los cowboys y los cazadores están cambiándolos por cuatrimotos, ¿qué les queda por delante a nuestros amados equinos? Lo que sugiero es que le demos una buena mirada a dónde hemos estado y hacia dónde vamos como sociedad. Asegurémonos de que los caballos formen parte de ella. Como escribió Guan Zhong, un político y erudito chino que vivió entre el 725 y el 645 AC:

Podemos usar la sabiduría de un caballo viejo,
Suelten a los caballos viejos y síganlos,
Y de este modo encuentren el camino correcto.

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