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Hacia el blanco absoluto

Kelly Cordes  /  Feb 19, 2019  /  8 Min Read  /  Climbing

Simon navigating toward the block of rock atop the Cairn Gorm plateau. Photo: Kelly Cordes

Había pasado un tiempo. Yo no escalo en climas como este. Me quedo adentro y me tomo un café. Pero diligentemente marché por el blanco absoluto de la niebla, siguiendo a Simon mientras navegaba con su compás hacia el plateau alto de Cairn Gorm. Estaba tratando de encontrar un bloque de roca en particular, desde el cual podríamos rapelar hacia la nada para luego salir escalando.

La última vez que comencé a escalar en la niebla, en vez de quedar atrapado en ella —hay una gran diferencia— fue hace trece años, aquí en Escocia. Era la Reunión de Escalada Invernal 2005 del BMC (British Mountaineering Council), donde reúnen a escaladores visitantes con anfitriones locales. Steve House y yo vinimos desde los Estados Unidos, y en el primer día nuestro anfitrión fue mi amigo Ian Parnell. Tras una hora caminando en un vendaval donde la nieve nos pegaba de lado,  tuvimos una rápida visión de un acantilado cubierto de blanco. “¡Parece que está en buenas condiciones!” me gritó Ian, a tan solo un metro de distancia.

Por supuesto que conocía la historia de la legendaria escalada mixta escocesa, y había visto fotos de riscos salpicados de lo que parecía ser nieve, que me imagino debía haber sido hielo, o algo con al menos un grado mínimo de cohesión a la roca.

“Oh, cool”, grité de vuelta. “Entonces lo blanco es buen névé, ¿ha?”

“¡No! Es una porquería. La tienes que raspar y escalara la roca bajo ella”, dijo Ian justo antes de bajar la cabeza y continuar hacia la base.

Bienvenido a Escocia.

Simon Richardson atop the plateau of Sgorr Ruadh, Scotland. Photo: Kelly Cordes

Simon Richardson sobre el plateau de Sgorr Ruadh, Escocia. Foto: Kelly Cordes

En esa reunión del 2005 también conocí a Simon Richardson. Un escocés maestro de la escalada mixta que ha establecido cerca de 700 primeras ascensiones de rutas invernales en el país. El día en que me emparejaron con él, antes de salir, me preguntó casi como disculpándose, si estaba interesado en ir a mirar una potencial nueva ruta en Ben Nevis. Le preocupaba que la ruta no estaba asegurada, ya que podría no haber estado en las condiciones necesarias. Había estado mirando esta línea en vano por los últimos ocho años. La cosa es que, si no está suficientemente cubierta de esa cosa blanca entonces la ruta no está en condiciones apropiadas (sí, lo se). Por lo tanto, no la puedes escalar (si no por un decreto oficial, por la ley autoimpuesta para la escalada en el país). Pero ese día, pensaba, podría ser el día. ¿Ocho años y finalmente suficiente blanco para raspar en una posible nueva ruta nada menos que en Ben Nevis? Las disculpas no eran necesarias. “Sí”, dije, “vamos a darle un vistazo”.

Si bien no recuerdo a ninguno de nosotros poniendo tornillos de hielo en nuestra nueva ruta en Ben Nevis, recuerdo haber torcido mis piolets en fisuras, usarlos como gancho sobre bordes, tratar de mirar a través de la capucha mientras el spindrift caía por la extraplomada chimenea y trepar complejas formaciones con  viento arremolinado. También recuerdo, al terminar uno de los largos, a Simon llegando a la reunión diciendo, “Tienes que martillar un poco las protecciones. Todas se salieron. Habrías volado todo el largo hacia abajo”.

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En verdad, lo blanco sí tiene algo de cohesión. Extrañamente lo necesario para poner un tornillo (el puñado de gargantas existente son como un hogar para ellos) y usualmente no todo lo necesario como para soportar todo el peso del cuerpo. Pero le da un poquito de soporte, no como ese polvo seco que hay en Colorado. Además, generalmente une los bloques sueltos al congelarlos, pero tienes que ser súper meticuloso al emplazar cams, porque se pueden deslizar con la escarcha. Los excéntricos y nuts son la mejor protección. Especialmente si los martillas. Más importante, el viento feroz, la nieve húmeda y los cortos ciclos de congelamiento y deshielo permiten que los piolets queden realmente pegados al hacer un anclaje al suelo. Y desde el césped rezuma barro y humedad, que luego se congela con la nieve húmeda y la lluvia helada. Voilà: Es como si fuera maldita magia.

En Escocia tienes que escalar con mal clima, de otro modo no escalarías nada.

Lo que me recuerda al día anterior de este viaje de 2018 (que partió, inocentemente, con un encantador fin de semana en el Festival de Cine de Montaña de Edinburgo). Simon, su amigo y frecuente compañero de escalada Roger Webb, y yo partimos en medio de la llovizna antes del amanecer y caminamos a través de ráfagas incesantes por tres horas (serían dos a la vuelta), para escalar por siete en la cara norte de una estructura llamada Raeburn’s Buttress, en Sgorr Ruadh.  Escalamos en condiciones tan atroces que, si hubiera habido anclajes fijos y si es que me hubiera acompañado un clon de mi mismo, habríamos abandonado. Pero Simon quería hacer una línea nueva, como es su costumbre. Tiene 57, crió una familia, es un ingeniero retirado hace poco y está obsesionado con las rutas nuevas (que es como llegas a 700 y contando). La aventura de lo desconocido combinada con el encanto de lo familiar, los paisajes que ama le son imposibles de resistir. Justo después de empezar el primer largo miró hacia arriba, hizo una pausa, luego buscó una posición y pidió que le pasáramos la guía, para que pudiera estudiar las líneas existentes. ¿Guía? “con razón la mochila está tan pesada”, balbuceó Roger mientras escavaba para sacar un ladrillo encuadernado. Simon se había sumergido en el libro, ya que Sgorr Ruadh es una de las pocas áreas que no conoce a fondo.

Simon. Photo: Cordes collection

Simon. Foto: Colección Cordes

Miré a Roger para corroborar su reacción. Nada. Perfectamente normal. La nieve jugueteaba en el cielo y yo pensaba en el camino hacia arriba, cuando dormitaba en el asiento trasero mientras Simon y Roger discutían en la oscuridad, ingeniero contra abogado, sobre lo que comprendía una nueva ruta versus una variante. Dormido a medias, olvidé quien había argumentado qué o quién ganó (ninguno, sospecho), pero recuerdo haber hablado de una ruta de verano, en roca, que a veces también funciona como mixta en invierno. “Esa es una de las pocas rutas que he escalado en verano y en invierno”, dijo Roger, “y en invierno es mucho más fácil porque el limo verde está congelado”.

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“Sí, aquí estamos” dijo Simon repentinamente en el plateau alto de Cairn Gorm. Yo no podía ver nada, a parte de un bloque de roca que sobresalía de la nieve.

“Ten cuidado de no caminar por el borde del acantilado porque el plateau no tiene muchas referencias en esta parte”, escribe Simon en las direcciones hacia esta pared en Chasing the Ephemeral, que ganó el premio a mejor guía en el último Festival de Montaña de Banff. Su libro sigue una estructura ingeniosa, guiando al lector a través de cincuenta rutas destacadas para entregar una comprensión de los matices y la magia de Escocia, ayudando de esta manera a conseguir el éxito. “No soy un muy buen escalador, pero conozco las montañas y las entiendo”, me dice Simon. Y esto sí lo se: Mientras más te distancias de las competencias de boulder, menos tiene que ver ser un buen escalador con solo resolver movimientos muy duros.

Años atrás, mientras caminaba al otro lado del valle, Simon descubrió este sector en Cairn Gorm, Creagan Cha-no.

La nubes se abrieron momentáneamente y, sorpresa, vio una pared. No tenía historia previa de escalada, tal vez porque nadie la había visto. Sin embrago, si sabes cómo navegar (o estás con alguien que sabe), y no caminas sobre el borde del acantilado, es una simple caminata de una hora y media desde el carro. Que fue hermoso, ya que mis pies todavía dolían del día anterior.

Escarbó en la nieve y descubrió un cordín de anclaje colgando alrededor del bloque. “Hey, Simon”, dije. “¿Cuántas áreas como esta crees que aún no han sido descubiertas porque nadie a estado cerca para verlas cuando las nubes se levantan?

Sonrió y contestó, “Esa es una muy buena pregunta”. Entonces puso la cuerda en su asegurador y desapareció en la niebla.

Al fondo de la cuenca recogimos las cuerdas y cruzamos un montículo de nieve uno a la vez, hacia la base de una ruta clásica. Era una escalada relativamente fácil, como el día anterior, solo que nada en la escalada invernal escocesa es realmente fácil. Los riscos no son muy altos, pero cada salida es como una mini ruta alpina, suelta y formadora de carácter, y tal vez ese es el motivo por el que no he dicho mucho de la escalada en sí, porque en realidad no se trata de hacer movimientos súper buenos. No de la forma en que una secuencia gimnástica en una caliza llena de agujeros es buena, o la fantástica ruta de cintas azules en el gimnasio es buena. Pero mientras escalábamos hacia el plateau, en un momento puse mi cara contra la pared y noté cómo la escarcha incrustada en cada rincón estaba conformada por millones de cristales de hielo, intrincados y hermosos, como planetas en miniatura en el vasto universo. Me reí de mi mismo tanto por lo absurdo como por la alegría, justo antes de que un estallido de nieve pulverizada me hiciera tiritar nuevamente

Kelly Cordes scraping away the white on Jenga Buttress, Creagan Cha-no, Cairn Gorm. Photo: Simon Richardson

Kelly Cordes raspando lo blanco en el Jenga Buttress, Creagan Cha-no, Cairn Gorm. Foto: Simon Richardson

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Al día siguiente por fin estaba abrigado. Sobre la pista, dentro de un avión. La nieve caía en húmedas y pesadas capas. Después vino la lluvia, mezclada con aguanieve, retrasando el despegue hasta que las máquinas pudieran liberarme. Miré por la ventana, luego me senté y cerré los ojos. Recordé los rayos del sol en el extremo norte disparando luz a través del páramo, la vista de las ensenadas en el mar cuando las nubes se quiebran y la tranquilizadora ausencia de ruido. También recordé la sonrisa en el rostro de Simon, brillando desde abajo de su capucha.

Los motores zumbaron, chasquearon y gruñeron, preparándose para llevarme a la soleada España a chapar en una caliza perfecta con buen clima asegurado. Qué diablos, pensé, si ya estoy al otro lado del charco mejor me paso a Siurana. Pero es importante entender bien el orden.

No porque el clima en Escocia sea malo. Después de todo, ¿qué tan malo puede ser algo que congele el limo verde?

Esta historia apareció originalmente en kellycordes.com.

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